Hoy estaba en un concesionario esperando por un servicio de automóvil. Me encontraba sentada en un área apartada y, siendo hora de comer, el lugar parecía desierto. Un vendedor -no habiendo reparado en presencia- conversaba por teléfono, evidentemente con una mujer. Su tono de voz era íntimo y provocativo… Un tono que invitaba a la admisión de sentimientos y a la confesión de deseos.
Yo intenté buscar la manera de alejarme de allí, pero ya era muy tarde para escapar sin ser vista y, aparte de ese hecho, fuera del edificio la lluvia era torrencial.
Por su parte, al otro lado de la línea la mujer continuaba con su charla, pero yo apenas lograba escuchar las tonalidades e inflexiones de su voz y una que otra palabra de las que decía.
El sonreía, como quien se saborea con anticipado placer.
Su risa era profunda, grave, rica y cargada de notas sensuales… apasionadas.
Sus comentarios -aunque disfrazados de otra cosa- eran cada vez más íntimos, más cargados del deseo y las ganas que ya no pueden casi contenerse, que están a punto de desbordarse. ¿Yo? ¡No podía evitar escuchar! ¡No tenía dónde ir! Por eso mi corazón también se desbocaba, anticipando un desenlace.
Pero de repente, todo cambió.
La mujer al otro lado del teléfono, aparentemente cometió el error de expresar un sentimiento genuino y él, enfurecido con ella por atreverse a ser sincera, le restregó con toda dureza que ella era simplemente una conocida más entre muchas. Y su tono se transformó. Ya no había intimidad en sus palabras, ni calor humano en la tonalidad de su voz.
El sonido que llegaba a través del teléfono en la voz de la mujer, se convirtió en el desesperado intento por retomar el juego, con el más desolado y desgarrador deseo de jamás haber osado ofender al tirano; pero ya era demasiado tarde para borrar la afrenta…
El sólo había estado jugando, mientras que ella le permitió a su alma volar, y había -en medio de un impulso loco- apostado su corazón.
Y esa fue una apuesta en la que ella perdió.
¿O no?
¿Acaso fue él quien en verdad perdió?
¡Qué sé yo y qué sabe nadie!
Tal vez ya no importa…
Desearía jamás haber escuchado.
¡El frío se apoderó de mi corazón!

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Un relato real…
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