Voy a decirle a la tristeza que se vaya
y que si no quiere irse, al menos por unos días
me acompañe a sonreír y, que de tanto hacerlo
decida cambiar su nombre y llamarse felicidad.
Voy a decirle a la soledad que me escriba una sinfonía de amor
mientras -apasionada- se besa con el silencio,
creando las más sublimes armonías, para luego regalártelas y que de ellas
nazca nuestra canción, esa que bailaremos sobre las olas doradas de nuestra playa.
Voy a decirle al dolor que se abrace a la esperanza
y, aferrado a sus alas, vuele alto y se transforme en rayo
de pureza iridiscente que se vierta sobre tu frente
dejándote mi caricia de eternidad sosegada.
Voy a salir a la calle y allí, caminando entre peces de colores,
descubriré tu rostro y recordaré tu nombre
y, llamando a mis estrellas mensajeras, enviaré un telegrama
que viaje desde mi corazón hasta tu alma
para avisarte que las águilas del primer cielo ya retornan
surcando el firmamento de las cosas simples,
del trigo temprano, de todo lo profundo y verdadero,
para recordarte que así mismo es ya la hora de tu regreso…
Mientras todo esto sucede saldré al jardín,
ese que para mí plantaste antes de partir,
allí recogeré girasoles, margaritas y jazmines…
girasoles para alegrar la casa, margaritas para adornar tu mesa
y fragantes jazmines para perfumar mis cabellos
y que su aroma te traiga de nuevo hasta mí.
Encenderé lumbreras en mi pecho
por si llegases con frío confortarte en mi abrazo,
untaré mis labios con mieles y me volveré rocío
que refresque tu sangre y calme tu sed.
Nuestro jardín cantará jubiloso para recordarte el camino
y marcarte la vereda por la que regresará tu huella.
Desde la ventana miraré emocionada cómo te acercas.
Cuando ya pocos pasos te falten, correré a abrir la puerta y allí te esperaré
con mis brazos de cielo abierto y mis besos listos para bañar tu rostro
en ambrosía de sentimientos desnudos, de tu amor sedientos…
Las almas desnudas opacarán los cuerpos
cuando el universo entero estalle en soles, lunas,
galaxias y constelaciones ardidas de todo lo que no ha sido
dicho ni sentido en tanto, tanto tiempo.
Mis manos surcarán tu total geografía, lienzo perfecto
sobre el que trazaré eternidades en las cuales ya la soledad
ni la tristeza existirán y el silencio se verá lleno
con tu risa profunda y franca, de niño contento…
Y de mi vientre nacerán auroras, crepúsculos y plenilunios
cuajados de ti y de mí, de este amor único, de este amor nuestro.
Por eso…
Voy a pedirle a la tristeza que se vaya
Voy a decirle a la soledad que me escriba una sinfonía de amor y
Voy a decirle al dolor que se abrace a la esperanza…
para que se abra mi alma y sepa que la espera ya se acaba,
mientras gozosa ensayo los preparativos para tu regreso.
«Lavender» ®Melissa Fiortentino
Neeeeeeeena, versos que emocionan por lo que dices y cómo lo dices. Aquí tienes a una fiel seguidora de tus versos.
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